Me animé a escribir este post cuando hace unos pocos días visite el blog de Muchacho Enfermo y la Wendy. Me puse más contenta aun cuando vi que la Deya estaba incluida en el equipo. Tengo que confesar que desde hace mucho se de su existencia, pues Deyanira ya me había contado hasta lo cómico del surgimiento del nombre, pero había tenido que esperar para verlo porque no tengo Internet en casa, y mientras estaba de vacaciones me resultaba imposible tener acceso a este.
Ahora que he comenzado la escuela, tengo conexión, he decidido visitar el sitio del blog y me ha encantado, para mi fue una grata sorpresa ver que algunas de las historias publicadas por Wendy se referían a anécdotas que sucedieron cuando ella vivía en Cuba y además relataban momentos en los que estuvimos juntas.
Por eso quiero escribir sobre el amor, aunque podría resultar para algunos un tema recurrente y cursi, pero es el amor que siento por algunas personas lo que me da fuerzas para escribir. Podría decir, ¿escribir? De nuevo. A veces me parece que hasta las ganas de hacerlo he perdido, he comenzado a escribir tantas cosas que han permanecido eternamente en el papel donde nacen que ya resulta extraño para mí decir: voy a escribir. Es el deseo de compartir un espacio con seres que amo lo que me hace poner mis dedos ahora en los cuadrados del teclado. Quiero por eso dedicar este escrito a mis niñas Wendy y Deya, donde quiera que estén.
Si pudiera decir que anteriormente he estado un poco deprimida, si, lo digo, de todas formas no es un estado muy ajeno a mi personalidad. Pero, bueno, no es para tanto, a veces me dan ataques tormentosos por la presión con la escuela y también por el deseo de hacer algo diferente. En ocasiones me he sentido muy decepcionada del amor, el que tiene que ver con la pareja digo, con la persona que nos gusta, con la persona que besamos en los labios, pero creo que eso nos ha pasado un poco a todos, sin embargo, en mi hay un tipo de amor que es grande y duradero, este no se acaba, como el enamoramiento, este es como un peso, que debo y quiero llevar toda la vida, pero se hace menos denso para facilitarme su carga. Es lindo. Caminar con él, escuchar junto a él, dibujar, reír. Conversar y sentir que no se aparta de mi lado. Al dormir y luego despertar, siempre, cada día, ocupa un pequeño instante en mi cabeza.
Todavía me falta mucho para dar, al menos es como lo siento. Entonces, todo ese amor y cariño para los dos pedazos de la naranja que se unen al que yo poseo. Muchas gracias por los días cercanos y lejanos, a las dos. Aunque en ocasiones sienta que la rabia se apodera de mí, esa rabia de: coño, paciencia, paciencia, como dijo Silvio. Esa pesadez, de sentir la distancia y saber que va a durar mucho más. Los deseos de no contenerme cada vez serán mayores, pero ya esta aquí, viviendo conmigo, casada conmigo, la contención. Siento entonces que no debo desistir, y seguiré confiando ciegamente en ese amor, que no todos los días, pero si cada unos cuantos, se preocupa por avisarme que sigue vivo. Y como la vida es así, o “ansi” y estamos en ella del modo en que estamos, de la misma forma que ella está en nosotros demostrándonos que no es corta realmente, sino que es continua y repetitiva, seguiré esperando, aunque no de forma pasiva e inexpresiva, sino con unas ganas enormes y desbordantes y con el corazón cada vez mas agotado, pero entrenado para largas carreras emocionales.
Me propongo entonces seguir queriendo mucho, porque para mi, este amor es extraordinario y por qué no, también, trataré de escribir con mas frecuencia,
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